jueves, 18 de marzo de 2010

Robledo, conciencia de un país sin memoria



Jorge Enrique Robledo con una contundente y categórica votación logra nuevamente sacudir las estructuras corroídas de una democracia agonizante. Gana Robledo y ganan millones de colombianos. Gana Robledo y se estremece un sistema putrefacto que privilegia a unos pocos y es capaz de negar los derechos más esenciales a las inmensas mayorías.
Más de 150 mil votos hacen temblar de nuevo al establecimiento; la voz defensora de los más vulnerables y el único dedo acusador con suficiente autoridad moral para señalar por igual a corruptos, criminales y bandidos de cuello blanco, seguirá haciendo temblar al establecimiento.
El pueblo colombiano premia la coherencia y la seriedad de un hombre que tras 40 años de lucha en el campo y las ciudades, continuará en la tarea de intentar cambiar a este país, en la labor ardua y sinuosa de transformar los cimientos de esta sociedad.
La disciplina, firmeza y terquedad cultivadas desde joven en el MOIR, su partido base, pueden sintetizarse en una sola palabra: tenacidad. Tenacidad para enfrentar a un régimen que disloca la justicia y recorta las libertades democráticas. Tenacidad para estar al lado de campesinos y otros sectores despojados, resistiendo y elevando una voz de protesta y de indignación por el orden injusto que impera en Colombia. Tenacidad para soportar día tras día los mismos embates que sufren los colombianos de a pie. Tenacidad para decidir que la lucha se da dentro de las masas vulneradas y usurpadas y que fuera de ellas esta pierde su sentido. Tenacidad para confrontar a los violentos, que desde el gobierno han destruido a un país entero y desde la selva han asesinado y exterminado a miles de compatriotas.
Es claro que Robledo se mantendrá firme como un bastión de la soberanía en las contiendas en defensa de nuestros derechos. Sin embargo el panorama que nos dejan las elecciones al congreso de la república, es todo menos alentador. A pesar de 8 años del Uribiato donde el país sufrió un retroceso sin par y donde las prácticas corruptas fueron la norma, los colombianos volvieron a elegir la corrupción, la politiquería y las macabras alianzas entre políticos y delincuentes de toda calaña. El bolero del país sin memoria vuelve a sonar.
Detrás de ríos de dinero las mafias politiqueras desplegaron todo su arsenal. Las maquinarias de poder aceitadas con miles de millones de pesos, intimidaciones, amedrentamiento y todo tipo de prebendas, funcionaron nuevamente; las numerosas curules logradas por uribistas, conservadores y familiares de los parapoliticos son la prueba fehaciente de ello.
Ahí estuvieron los picaros, los de siempre, imbuidos en la rutina politiquera que los caracteriza, como pirañas o perros callejeros lanzados al ataque, comprando votos de cualquier manera y a cualquier costo, sin consideración moral ni ética alguna, sacando provecho de la pobreza, la ignorancia y el hambre que ellos mismos han provocado y perpetuado, configurando un infame círculo vicioso planeado para que ocurra de la misma manera cada 4 años.
Colombia pareciera sufrir un proceso de africanización. Aquí como en África, junto a una miseria humana indescriptible, descansan plácidamente los victimarios en un mar de ostentación y suntuosidad. Aquí como allá, al lado de cuadros en donde se plasma la vileza de un sistema que reparte a diestra y siniestra carestía y escasez, yacen acomodados los caudillos entreguistas que pusieron por encima sus intereses a los de una nación entera. Mientras más daño hacen los dirigentes, mientras las condiciones de vida se van volviendo más deplorables, mientras las penurias son más evidentes y la forma de vivir se hace mas indigna, mas nos aferramos a nuestros verdugos.
No existe en el imaginario de los colombianos, una conexión entre los demonios que nos inquietan y quienes los producen y los alimentan.
Solo en el momento en que los colombianos decentes asimilen que cada traba en el sistema, que cada procedimiento ineficaz, que cada recurso mal utilizado, que cada tropiezo y padecimiento dentro de la estructura es milimétricamente diseñado por las políticas y las leyes que deciden y ejecutan unos pocos, el letargo irá desapareciendo; cuando por fin se dé el ejercicio de vincular los males que nos aquejan y nos fatigan, con quienes los han generado, empezaremos a despertar. Solo en el momento en que señalemos y rechacemos abiertamente y sin ningún temor las conductas nocivas que estos saqueadores siguen cometiendo, saldremos del maldito marasmo en que nos enfrascamos. Los grandes males de este país se los debemos a ellos, la clase politiquera y dominante. Desde el alza en los precios de los alimentos hasta la guerra fratricida que nos aflige, desde las tarifas de los servicios públicos hasta la corrupción que cercena el desarrollo, desde el aniquilamiento de las riquezas naturales hasta el desempleo colosal, desde el progresivo envilecimiento del trabajo hasta la desigualdad social rampante.
Mientras más se agudiza la derechización de este país, más fuerte se hace el resplandor de quienes defienden a ultranza los verdaderos intereses de la Colombia real. La inmensa minoría representada en aquellos a quienes les han mutilado hasta el derecho a protestar, tiene en Robledo a un valiente guerrero que defenderá a ultranza la soberanía asaltada de Colombia y la democracia endeble de nuestro país.
Colombia tiene todas las bases materiales para recomponer su camino y cambiar su futuro. Solo a los que detentan el poder les conviene hacer creer a la gente de que este país no tiene arreglo.
A pesar de un presente aciago que golpea y aporrea fuerte y de un futuro incierto y desdibujado, Robledo resalta como un faro en medio del pantano en que se sumió Colombia. Robledo demuestra que en Colombia lo que falla no es la política sino los que la hacen y evidencia que con determinación, generosidad y responsabilidad es posible construir un país donde todos ocupemos un lugar digno. Robledo ha sido un foco de luz que guía a los que somos más, a pensar y a actuar de manera más honesta y más patriótica.
A pesar de los asaltos a la decencia y la dignidad del pueblo colombiano, Robledo seguirá siendo la conciencia de este país.


Autor: DARÍO ARENAS

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